Desde hace mucho tiempo, que siento que me está costando mirar partidos del fútbol Argentino. A veces me preguntaba porqué, cuáles eran los motivos, en un deporte que amo y disfruto cada día. Y cada mañana.

Muchas veces pensé que era un estado de ánimo, quizás producto de aquellas preocupaciones de la vida misma. Ayer recibí un correo electrónico de un amigo, enviándome un extracto de una nota que escribió Roberto Perfumo en el diario olé (periódico deportivo en Argentina).

Y ME SENTI IDENTIFICADO. Con alguien que ama y ve el fútbol desde un punto de vista parecido al mío (más allá de que él es una persona pública y ha tenido una carrera excelente tanto como jugador, técnico y periodista deportivo).

Me siento aburrido mirando diferentes partidos, los equipos no juegan bien, predominan cada vez más el juego aéreo y los goles de pelota parada. El resultadismo, el exitismo con que vivimos (trasladado al deporte) hacen que cada vez se vea menos partidos atractivos y que el espectador se sienta más vacio. Que equipos juegan bien hoy por hoy? Quizás pueda nombrar tres: Estudiantes, River y Vélez. Tratan de hacer algo distinto, de respetar la gambeta, el juego de ataque y la picardía que tanto nos caracterizó. Ojalá que NUNCA PERDAMOS NUESTRA IDENTIDAD.

Algunos extractos del texto:

«Siempre me acelera el bobo ver en una plaza a un pibe de buena técnica, un buen pase, una gambeta; es como estar en una final de copa. Logra emocionarme, algo que hoy nuestro fútbol no consigue. Las causas, como en todo proceso social (el fútbol es el máximo) y colectivo, son miles. La primera, hablo de los últimos 15 años, es la pérdida del juicio de valor sobre el juego. Se exacerbó tanto lo de ganar o ganar, que perdimos la sabiduría del cómo. No se critica al que juega mal. Aunque sea horrible, si es menos malo que el rival (se ve con frecuencia), es bueno. Y no es así… Me aburre y me pone nervioso la falta de respeto por el valor de la pelota (en mi época la cuidábamos, la amábamos y hasta dormíamos con ella), hoy tratada como una mina vulgar y regalada al rival como algo despreciable.

Es un tema cultural en sintonía con la realidad social. Hoy, cierto público de fútbol es como el de los recitales, a los que asisten jóvenes de 15 a 30 años que no van a escuchar, como sería lógico, sino a cantar ellos, con su novia sobre los hombros, sin que les importe si alguien desafinó o le erró a una tecla. Con esa idea van a la cancha, lo que menos miran es el partido. No saben lo que es jugar bien o mal. Sólo les importa su propia presencia, el «aguante». No puede haber crítica.

Y salvo excepciones, los que juegan actúan igual, ¿por qué serían diferentes? Lejos de la autocrítica por la falta de técnica, de pausa, de crecer aprendiendo. Me aburren, reitero, el interés por la guita, el desinterés por jugar bien (lo más lindo del mundo). Pero se puede cambiar, hay pibes que juegan bien, o que podrían hacerlo. Descubrir por qué no lo hacen es uno de los objetivos de esta nota. Inculquemos el placer por el juego. Y así el fútbol no se parecerá tanto a lo que somos como sociedad.»

Roberto Perfumo.

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